REFLEXION

PUEDEN ACUSARME DE HABER FRACASADO; PERO NUNCA DE NO HABERLO INTENTADO

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viernes, 29 de octubre de 2010

Un desenlace imprevisible. Esa eterna dualidad


Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)

El gran debate que se percibe para los días que vienen, es si el kirchnerismo, después de haber sufrido una baja tan importante con el sorpresivo fallecimiento de Néstor Kirchner, podrá seguir consolidándose como una tendencia política por dentro y por fuera del PJ, o si, al final de este recorrido vital de su líder, terminará por insertarse en la maraña pejotista tradicional subordinando su estrategia a una postura más claramente derechista y de profundización de sus alianzas con la burocracia sindical.


Debemos considerar que así como la salud del física del ex presidente se encontraba deteriorada desde hacia algunos meses, la salud política del kirchnerismo ingresaba en un estado de crisis que no hacía más que agravarse en los últimos años; sin que, hasta ahora, aparezcan desde la oposición burguesa candidatos de recambio con un peso propio. Eso es lo que se llama “vacío de poder”.

Gran parte de las preocupaciones sociales, y de los intereses políticos y económicos de los poderosos, que rodean la sorpresiva muerte del expresidente, están en la consideración sobre el vacío de poder que deja su ausencia y sobre el rumbo, del que nadie duda que será “nuevo”, tomará el gobierno de Cristina Kirchner y, de como todo esto, afectará las relaciones laborales, políticas y económicas.

Pero, para analizar si habrá un “nuevo rumbo” político o no, es preciso ver antes que nada, las tendencias que se concentran en el kirchnerismo y que van dando lugar a una acelerada confluencia con los sectores de la burocracia sindical en pleno, y no sólo con el moyanismo.

El kirchnerismo, para muchos es un movimiento contradictorio -palabra-concepto- que a esta altura ya no explica nada-, surge como resultado de la crisis de 2001 y con la misión de recuperar las formas republicanas del estado burgués castigadas por las movilizaciones populares, que en nuestro país se llevaron puesto a cinco presidentes en poco más de una semana.

El kirchnerismo, una vez en el poder no dejó de ensayar una política que antes que él hubieron intentado, sin éxito, varios otros: la formación de un nuevo “movimiento histórico”, con el cual se pudiera gobernar sin andar rindiendo cuenta a cada paso a las viejas estructuras de poder anquilosadas en los sindicatos, en los barones del conurbano, en los punteros provinciales y todo el refrito de instituciones burguesas, que participaron activamente de la patria financiera y contratista, y que seguían siendo influyentes en la política nacional pese a que ya no tenían ni influencia ni empresas.

A la formación de una nueva burguesía nacional, adobada con subsidios del Estado y regimenes de promociones alentadores, le seguiría el impulso de un nuevo movimiento sindical que actuará sobre bases más democráticas con lo cual logró granjearse la voluntad de la CTA a la que le prometió la tan ansiada personería sindical.

Peronista al fin, Kirchner supo jugar con los distintos sectores sociales e ideológicos, usando a unos y otros. Generó sus propias “formaciones especiales” alentando a los grupos piqueteros más afines a las políticas clientelares, mientras negociaba con las mineras, las petroleras privatizadas, los monopolios telefónicos y los mediáticos.

El proceso de sojización y de recomposición económica que acompañó la salida de la crisis de 2001-2002 con el consecuente aumento del superávit fiscal, lo dotaron de una caja lo suficientemente abultada como para ganarse las voluntades más disímiles.

El terror que produjeron a las clases burguesas, las movilizaciones populares de 2001 -Argentinazo- bastaron para que en un primer momento nadie cuestionará sus ensayos transversales y su alianza como “hijo de las Madres de Plaza de Mayo”. El kirchnerismo desde Santa Cruz, ya había dado suficientes muestras de confianza de ser un aliado político seguro a las clases dirigentes y, de ser necesario, surtir cadenazos a diestra y siniestra si las movilizaciones populares llegaban a amenazar la integridad del estado provincial.

Por otro lado, su eclecticismo y su pragmatismo iban constituyendo a los Kirchner en unas de las familias más ricas del país, mientras recitaban su adoración por las épocas setentista; discurso conveniente para recuperar la amistad de sectores que en sus devaneos ideológicos se habían alejado del peronismo, debilitando de este modo a la principal herramienta de dominación política en el escenario nacional, sobre todo después del aborto que resultó la Alianza y de la experiencia de la derecha antipiquetera duhaldista, que terminó abruptamente junto con los disparos de una itaca del terrorista comisario Franchiotti sobre los cuerpos desvalidos de Darío Santillán y de Maximiliano Kosteky.

A las decepciones de muchos sectores progresistas y a la derechización abierta de otros, tras la desaparición de Julio López, sin que el gobierno haya movido un dedo para encontrar a sus responsables, y la ampliación de los procesos represivos directos y tercerizados en el contexto de luchas obreras; le siguieron una política de estrechamiento de lazos con el imperialismo en el plano del cumplimiento efectivo del pago de la deuda externa.

Kirchner concurrió a la tradicional apertura de las sesiones en Wall Street y al toque de campanita, pagó en efectivo al FMI, renegoció las deudas y brindo garantías de reconocimiento de los compromisos de pagos con los organismos internacionales de crédito, que continúa hasta el día de hoy. Todo esto, mezclado con discursos nacionales y populares que hacen las delicias entre los oídos de los progres, pero que son ineficientes a una política de independencia económica y desarrollo nacional.

Esta dualidad del kirchnerismo tiene expresión en distintos planos y hace a su carácter distintivo, aunque quizá donde más se nota es en la disposición a la connivencia con la burocracia sindical.

El avance en los negocios internacionales, la necesidad “de reinsertar a Argentina en el mundo”, lo imperioso de reclutar mano de obra barata para aprovechar las oportunidades económicas “que se nos brindan”, propiciaron -una vez abandonada rápidamente su apuesta inicial de construir un frente transversal- la obligación de estrechar sus lazos con la tradicional burocracia sindical peronista, fomentando el trabajo en negro, la creación de cooperativas tercerizadas en manos de los dirigentes burocráticos; todo un camino que lo lleva a dotar de un extraordinario poder a lo más reaccionario del peronismo hasta el día de hoy.

La autocrítica realizada días atrás por la presidenta de la Nación frente a los núcleos más concentrados de la derecha sindical, son sin dudas las conclusiones políticas y prácticas de una experiencia de retroceso en la continuidad de las ambigüedades, que hasta ahora esperaban una toma de una posición clara, frente a los sectores que se agrupan detrás del llamado kirchnerismo.

Pero esta estrategia de subordinación a la burocracia sindical no es nueva. Quizá, eso sí, inoportuna en medio del planeado asesinato de Mariano Ferreyra por la patota de la Unión Ferroviaria, con lo cual agudizó las contradicciones del kirchnerismo hasta el punto de plantearle una crisis política no querida, con la consecuente elevación de tensiones a sus miembros. Pero, decimos, esta subordinación no es nueva y ni siquiera es actual.

Ya en 2007 el gobierno había retrocedido frente a la ofensiva sindical del "No jodan con Perón", encabezada por los gordos y el moyanismo, abandonando a su suerte toda la investigación iniciada por esos años sobre la triple A, sin que se hayan producido resultados. Si no contamos, por supuesto, como resultados, más que la muerte por vejez del comisario Almirón, ex jefe operativo de la Triple A, y el ex policía federal Miguel Ángel Rovira; como ya antes, habían fallecido de viejos otros acusados: otro jefe operativo y comisario Juan Ramón Morales y Felipe Romeo, ex director de la revista ultranacionalista "El Caudillo".

Pero, no es la causa que podría terminar con los huesos de “Isabelita” en la cárcel lo que nos ocupa para este análisis; sino la reacción cobarde del kirchnerismo ante el apriete de la burocracia sindical y el triunfo de esta última por sobre toda la verborragia nacional, popular y democrática. La burocracia obligó, en ese 2007, al kirchnerismo a una dosis de realismo y a ampliar su campo de negociaciones, abandonando definitivamente sus promesas de personería a la CTA.

"No molestemos más a este hombre, dejémoslo descansar en paz.”, declaraba en 2007, hasta el cansancio o la amenaza, Oscar Maturano en nombre de La Fraternidad y la CGT. “Separemos la paja del trigo”. “No se metan con Perón.” En la misma línea se habían pronunciado Gregorio “Momo” Benegas, de las 62 Organizaciones, más tarde el aliado sindical de los sojeros y el vitalicio Hugo Curto, de la UOM.

Mientras tanto, el kirchnerismo entregaba en forma deshonrosa una bandera democrática, cara a la historia de la JP y al conjunto de la militancia de izquierda de los ´70.

Para no perjudicar “la gobernabilidad”, uno de los socios de la ex JP y fuerte aliado kirchnerista, Carlos Kunkel, salió a despejar cualquier duda o insinuación que uniera a Perón con aquel somatén terrorista made in argentina. Según Kunkel: "Perón ni remotamente tuvo que ver con la Triple A; Isabel, no creo"; fuerte demostración de alineamiento, a partir del apriete de la patota burocrática.

Esta pulseada perdida, por el kirchnerismo, da una idea de que la “revolución democrática” que muchos de sus aliados pretenden adjudicarle, es parte de una estrategia de negociación.

Y, Néstor Kirchner, que desde 2005, una vez que consideró que su proyecto de transversalidad no tenía más cuerda y que sólo podía cosechar algún interés entre algunos sectores díscolos sin demasiada representatividad entre los trabajadores, no hizo otra cosa que transitar el camino que lo lleve de vuelta a una alianza con la burocracia de los sindicatos.

¿Y ahora?

No se le puede negar al fallecido ex presidente su capacidad para analizar políticamente la realidad que lo circundaba a él y al gobierno de su esposa.

Algunos medios interesados informan que la noche previa a su muerte Kirchner discutió fuertemente con Hugo Moyano incrementando sus tensiones.

La burocracia sindical marcó territorio; asesinó a un militante; impuso un retroceso del gobierno en el plano sindical hasta lograr una autocrítica con referencia al pasado derechista; consolidó sus posiciones frente al partido gobernante y, hoy por hoy, disputa una porción de enorme poder frente a un gobierno que se ha quedado sin rumbo.

Los respaldos que desde la centroizquierda puedan agregarse al kirchnerismo en medio de este estado de desolación, no superan el rol de aquellos que han hecho del oportunismo su única variante política. Hoy, esos respaldos se extienden a Hugo Moyano, afirmándose en el mismo cuadro de autocrítica realizado por Cristina Kirchner con respecto a la juventud sindical.

Para los progres, Moyano es ahora paradigma de la democracia y la JSP una organización distinta a partir de que sus “integrantes visitaron la ESMA”. (Horacio Verbitsky; en pagina12)

Se necesita mucho más para desembarazarse de ese cáncer que corroe las estructuras del movimiento obrero y que se levanta como una amenaza contra las libertades de organización y de la lucha por las reivindicaciones, que en definitiva son la lucha por la vida misma y por una mayor democracia de la vida social.

Por esa razón, la lucha por esclarecimiento y el juicio y castigo a los responsables materiales e intelectuales del crimen de Mariano Ferreyra se hace más imperioso que nunca.

El final de Néstor Kirchner presupone el desenlace en la agonía del kirchnerismo, que vino prometiendo terminar con las estructuras de dominación y que finalmente en medio de su eterna dualidad no hizo más que consolidarlas.

Tomado de Argenpres.info

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