REFLEXION
PUEDEN ACUSARME DE HABER FRACASADO; PERO NUNCA DE NO HABERLO INTENTADO
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viernes, 22 de octubre de 2010
¿Cuántas cápsulas para mil millones de enterrados?
Carlos del Frade (APE)
Mil millones de bocas.
Mil millones de caras.
Quizás haya que dibujar el número.
1.000.000.000
El 1 y nueve ceros.
Cada uno de los ceros podría ser una boca abierta, desesperada, en pleno grito.
Es fácil escribir la cifra.
Pero en esa sencillez está la trampa. Una careta para tapar la atrocidad que denuncian los ceros. Esos números redondos que, en realidad, cierran la posibilidad de entender y sentir lo que abarcan.
¿Cuántas canchas de fútbol son capaces de llenar mil millones de personas?
Si algún día estuvieran gritando todas juntas, ¿serían escuchadas?
¿O no habría televisación para semejante escena?
Quién recordará al habitante invisible de esos nueve ceros que siguen al uno.
Anónimos enterrados en la vida cotidiana aunque no estén a setecientos metros de profundidad.
Enterrados en la superficie del planeta, en la invisibilidad de los números, muy lejos de cualquier cápsula que jamás irá a rescatarlos, como lo visto y multiplicado desde la mina de Copiapó. Porque el sistema se encarga de mostrar su solidaridad con un grupo de trabajadores pero también expresa, con absoluta ferocidad, que jamás desenterrará a los miles, a los millones que están allí, sumergidos en plena faz de la Tierra.
¿Cuántas cápsulas deberán utilizarse para rescatar a los mil millones de personas que pasan hambre en el planeta?
No se puede imaginar las caras ni los cuerpos ni las historias. Por eso los ceros sirven para tranquilizar, como si fueran poderosos narcóticos para no estallar de bronca contra tanta impunidad y cinismo.
Hay mil millones de personas que no comen en un punto del universo donde la vida, a pesar de los pesares, sigue fluyendo e insistiendo en clave de abundancia.
La información es consecuencia del llamado Indice Global elaborado por el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, en inglés).
“De los 122 países incluidos en el estudio, 25 tienen niveles “alarmantes” de hambre. Y cuatro –de Africa subsahariana– “extremadamente alarmantes”. La República Democrática de Congo (RDC) resultó el país peor ubicado, con tres cuartas partes de su población subalimentada y con la mayor tasa de mortalidad infantil del mundo. Producto inevitable del colapso económico y un estado crónico de carencia alimentaria tras la guerra de los años 90”, sostiene la noticia.
Y agrega que la situación es seria en Bolivia, Guatemala y Haití.
“En los países centroamericanos y algunos de Sudamérica la califica de “moderada”. El instituto aclara que Argentina, junto a Brasil, Uruguay y Chile, son la excepción porque hay bajos niveles de desnutrición”, apunta la crónica redactada desde los países centrales, aquellos que se hicieron poderosos y ricos a partir del saqueo de las riquezas humanas y naturales justamente de América y Africa.
Mil millones de personas sufren hambre.
Ceros caminantes. Ceros con dos brazos, dos piernas, una cabeza, un corazón, dos ojos y una boca que grita y nadie escucha.
La fenomenal trampa de los números: naturalizar lo inhumano, lo bestial del sistema.
Tomado de argenpress.info
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