MARCELO BIELSA |
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Ese día de la histórica conferencia del 3 de noviembre cuando Marcelo Bielsa anuncia su retiro, como versa la canción de Piero, el entrenador acosado hizo lo que tenía que hacer: “Echarlo todo afuera, como la primavera”. Quería decir casi todo lo guardado por más de tres años. Se le veía con pasión, por su profesión y por cómo lo hace. Estuvo coloquial y sencillo y con el habitual cuidado de usar con precisión las palabras.
Aquellos que hablaron de intervención electoral, por dar una conferencia de prensa pocas horas antes de las elecciones de presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), le querían privar de un derecho genuino de exponer su propia narrativa -o sus descargos- respecto a una situación que se complicó en forma acelerada por las ambiciones de poder y la codicia por un botín. Bielsa renunciaba porque preveía que la reelección del presidente que lo había traído a Chile, Harold Mayne-Nicholls, era imposible. Y estaba cierto en que el nuevo presidente sería el empresario español Jorge Segovia.
Dijo Bielsa: “No podría trabajar con el señor Segovia porque no tenemos la misma filosofía”. En Chile se conocían los antecedentes franquistas de Segovia, y además en mi percepción, se comporta como un franquista, autoritario, soberbio, tajante. Bielsa en su discurso fue más agudo aún, anticipando un tipo de clima fascista que se estaba generando. Es la primera figura pública de gran dimensión – trabaja con el producto deportivo nacional más expuesto, como es la selección nacional- que habla de fascismo en 20 años de democracia. Ese término es tabú no solamente por la dictadura militar, sino porque el estado chileno ha sido históricamente proclive al autoritarismo desmedido y represivo colindando con el fascismo.
Fue inteligente, porque lo hizo en el momento justo antes de ofrecer la oportunidad de ser humillado por el presunto nuevo patrón del organismo que podría dirigir el fútbol profesional chileno. Anticipaba el desenlace de un nuevo presidente negociando, pidiéndole el cargo o cambiando los términos del contrato para señalar que había cambado la mano.
Este nuevo patrón está en colusión con los verdaderos dueños del fútbol, dueños de los jugadores, de los estadios y de una serie de recursos orientados a hacer que la actividad o la industria del fútbol obtenga la máxima rentabilidad. Pero menos dueños de los hinchas como bien aludió el propio Bielsa. Por su metodología de trabajo, perturbaba a la función de producción.
Con el respecto que me merece el concepto de provinciano, porque como decía Julio Cortázar “todos somos provincianos en alguna medida y el mundo es provinciano”, si se pudiera usar el término en forma despectiva, Chile ofrece buenos ejemplos. Y precisamente se exhibe en este episodio de un entrenador de fútbol que proyecta la filosofía que aplica en su actividad a la sociedad y que es rechazado por cierta elite que le incomoda su mensaje anti fascista. Este es el tema y no otro.
Si existe un país en donde se siente ese provincianismo de la mirada corta y limitada, centrada en la conveniencia individual, ese es Chile, y el caso Bielsa lo ha revelado en su toda su dimensión.
Paradójicamente el coach argentino ama ese provincianismo chileno, tal vez porque proviene de Rosario que es Provincia respecto a esa gigantesca mole de cosmopolitismo urbano de Buenos Aires. Pero al mismo tiempo, es víctima del provincianismo de la elite que puede ser muy cruel, porque dentro de su arrogancia y narcisismo, esa elite chilena no se siente provinciana. Al sentirse tan dueña de la situación y dispuesta a sacrificar a su potencial aliado por la obcecación de no escuchar y recibir consejos externos, se refugia en una percepción de que ella es centro de todo.
Es lo insular, la vulnerabilidad sobreprotegida, como la del Japón, Bélgica, Gran Bretaña, o Dinamarca por citar ejemplos, origen de las peores expansiones y el más brutal colonialismo. Chile se expandió hacia el norte en siglo XIX y hasta ahora no ha sabido que hacer con esa expansión al tener gran parte del norte subdesarrollado.
Apago el televisor minutos después de que el periodista Matías del Río del canal 9 le comenta en pantalla: “Bielsa quiso irse, porque aquí en Chile nadie lo echó”. Es el estallido de la interpretación minúscula, mezquina, desprovista de altura filosófica básica. La negación del periodismo moderno y cosmopolita. Niega la posibilidad de aproximarse a la realidad. Cualquier periodista en Chile es conocedor de la corriente de opinión para deshacerse lo antes posible de éste entrenador único que le cambió el rostro al fútbol chileno de exportación, y como muchos jugadores dicen le entregó una identidad al juego de la selección nacional.
El mismo periodista insiste que mientras no haya pruebas demostrando que el gobierno intervino en la elección de autoridades del fútbol, nadie puede afirmarlo, y de paso justifica que el gobierno haya usado el término canallada por quiénes sospechan que el gobierno intervino en la elección. Como premisa de su profesión, sabe que este tipo de intervenciones están hechas para no dejar rastros. Desde John Dean, un asesor de Nixon que delató la operación de Watergate, no han existido personajes que denuncien conspiraciones que son secretos de estado. Este tipo de operación no deja rastro, y quizás no se pruebe nunca que hubo intervención de gobierno.
Marcelo Bielsa el entrenador del pueblo era Persona Non Grata y el gobierno y sus voceros lo ocultaban.
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Tomado de Argenpress.info
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