ELECCIONES: la Noche del 25 de octubre del 2009
La reflexión de Manolito, ante el llanto desconsolado del Guille, cuando le rompió
el autito dándole cuerda fue categórica:
“¡Esta juventud!...
¡no sabe apreciar las pequeñas ganancias de las grandes
pérdidas!...mientras giraba un engranaje diciéndole:
“¡Mirá que lindo el trompito, Guille!
Las primeras tres horas fueron normales. Después el tránsito se empezó a complicar. A las siete de la tarde era imposible. Para desenchufarme me fui a mi pieza y apronté un mate. ¡A esperar los resultados!
A las ocho y media... ¡todo alegría!
El sordo González anunció que el SI rosado estaba aprobado!!
Me fui contento. El trabajo era enorme, pues no había ómnibus. Bajaba un pasajero y en ese mismo lugar subía otro. Por las diez, más o menos, un pasajero me comentó que ¡no había sido aprobado el plebiscito por la ley de impunidad! Sentí como un golpe en el pecho. Dejé el pasajero y estacioné a un costado de la calle para sintonizar alguna emisora que me explicara este disparate. Todas lo decían. No se había alcanzado de cincuenta por ciento requerido. Apagué la radio y seguí trabajando. Por suerte había mucho trabajo. Me descargué un poco con un pasajero que pretendía subir al taxi con la bandera de los blancos. Por suerte entendió y la guardó. Me fui enterando de lo que pasaba, por los pasajeros. El Frente no había logrado el 50% requerido, pero estuvo cerca; los blancos perdieron votos; los colorados ganaron votos...pero pocos comentaban lo más importante: nuevamente triunfaba la impunidad, mis compañeros desaparecidos...deberían esperar.
Quería que terminara el día (o mas bien la noche), lo antes posible. A las dos de la mañana llevé un pasajero hasta Gonzalo Ramírez y Yaro. Apenas se bajó, me dije: ¡no va más!; cargo gas-oíl y entrego el auto. Pero en ese momento me picó la curiosidad. “Voy a ir por Ejido para ver si hay alguien en la Sede del Frente Amplio”
Apagué la bandera y arranqué despacio. A una cuadra y media del Cementerio Central, me llamó la atención una gurisa que venía por el medio de la calle, sola, agitando una bandera grande del Frente Amplio. Parecía “La Libertad Guiando al Pueblo”, el célebre cuadro de Delacroix. En la calle no andaba nadie, y como la zona no es recomendable, aminoré la marcha. Noté que me hacía señas para que la llevara. ¡Se lo ganó, me dije! Me indicó por señas que diera la vuelta. Así lo hice y me arrimé al cordón. Quiso abrir la puerta de adelante, y cuando notó que está trancada, me dijo:
-Tengo setenta pesos y voy a Ellauri y Gabriel Pereira: arrimame hasta donde alcance, tachero.
Miro la planilla y le digo: “son 29 fichas, así que mirá el reloj”
-Dale.
¡Otra burguesita que se chupó todo y pide rebaja! me dije.
Se sentó atrás y ¡por supuesto! Sacó la bandera por la ventana. En ese momento noté que se había tomado algún vinito que otro. Pero no estaba borracha ni mucho menos.
Con una sonrisa intenté averiguar que le había pasado.
-¿Te dejaron sola para festejar?
-¡Lo que pasa es que mis amigos no entienden nada, tachero!
-¿Y que hay que entender? Le dije con suficiencia.
En este momento noté por el retrovisor que estaba llorando. Aminoré la marcha y le dije mirándola a través de la mampara:
-¿Qué te pasó?
Lo que me fue diciendo, entrecortado por sollozos, me dejó helado.
-Lo que pasa es que vivimos en un pueblo de mierda, tachero. ¡Como puede ser que alguien no entienda que no se puede vivir rodeado por torturadores, vo! ¡Te imaginás tachero, que te torturen días y días, que te golpeen y te tengan en un pozo.... que a una mamá le saquen el hijito de los brazos...Y LA MATEN PARA QUE NO LOS DELATE!... ¡que traigan personas en un avión para matarlas!... ¿Podés imaginarte eso tachero? ¿Qué hay que decirle a la gente para que entienda?
Yo había aminorado la marcha aún mas, para prestar atención mientras pensaba que decirle. Todo su monólogo fue acompañado de grandes sollozos que me partían el corazón. La vi tan pura, tan dulce en su desamparo, que no me dejó alternativa: tenía que atacar con munición gruesa. ¡Artillería pesada que le dicen!
En ese momento se dio cuenta que el reloj marcaba mas de treinta fichas.
-¡Pará tachero, que nos pasamos!
-No te preocupes, te llevo de onda
Ella siguió y siguió, en su desconsuelo, creo que al principio no entendió cuando le dije que si sabía lo que es que te torturen y que te tengan en un pozo. Solo me empezó a prestar atención cuando le comenté que no sabía que podía sentir una mamá que le saquen el hijito de los brazos. Pero que yo tenía un hijo, y podía imaginármelo.
-Yo estuve 13 años en cana, gurisa.
-¿Me estás cargando? ¿Vos estuviste en cana? ¿Estuviste con Mujica?
-Estuvimos en la misma cárcel. Y te digo más, pasé dos veces por la tortura, me secuestraron, estuve desaparecido y otras cositas.
Su cara de asombro, ameritaba algo más. Algo que solo les cuento a unos pocos.
-¡Le dije quien era el testigo de nacimiento de mi hijo!
-¿En serio tachero?, ¿el Ministro?
-No gurisa, EL PADRE. Tengo encima la partida de nacimiento si querés.
No hizo falta. Me creyó. Su cara, no era la misma. Conservaba aún sus ojos vidriosos pero su sonrisa era una fiesta. Me observaba mientras yo trataba de consolarla sobre el “tema derrotas”. ¡Algo sabíamos de eso!
Hacía rato que estábamos parados, justo en Ellauri y Gabriel Pereira, pero no se bajaba.
Como tenía que irme, agarré la planilla y noté que eran noventa y cinco pesos. Eso anoté. Pero ella me dice:
-Mirá que tengo setenta nomás, tachero.
-Andá tranquila no me debés nada.
-No, tomá.
Y me puso setenta pesos en la cajuela. En ese momento me dice:
-Pará, no te vayas tachero. Abrime la puerta que quiero darte un beso.
Me sorprendió un poco, pero así lo hice, mientras me sonreía al ver los trabajos que pasaba con la enorme bandera, que había sacado por la ventanilla. La dejó arrimada al auto y subió al asiento delantero. Quise bromear con ella diciéndole que eso no se puede hacer de noche.
-¡No me vas a asaltar gurisa! ¿No?
Pero cuando vi lo emocionada que estaba, me dio un poco de vergüenza ese comentario.
No solo me dio un beso: con sus dos manos tomó la mía, y con una enorme ternura me dijo algo que yo no esperaba.
-¡Gracias, porque si hay algo bueno en todos nosotros, lo aprendimos de ustedes!
Eso fue un golpe bajo.
Sus dos manitas se me antojaron dos pollitos intentando abrigar, infructuosamente, el cogote desplumado y lleno de cicatrices de un viejo gallo de riña.
Luego se bajó, y no la vi más.
Arranqué despacio. Me costaba distinguir los semáforos. No se debería manejar llorando.
Y me fui pensando en todo esto. Parecía que “algo” me lo envió. Pensé en mis compañeros muertos, y poco a poco me fue inundando una sensación de felicidad. Siempre voy a recordar a esta gurisa, agitando su bandera, como diciendo: ¡vamos todavía! Igualito que “La Libertad Guiando Al Pueblo” Con su tremenda sensibilidad y ternura, capaz de diferenciar LO ESENCIAL de lo importante. ¡Y jugarse por ello!
Puedo decir sin temor a equivocarme, que fue la mayor compensación que he tenido en la vida.
A VECES PEQUEÑOS TRIUNFOS NOS CONSUELAN DE ENORMES DERROTAS
¡Y las dos cosas están en nosotros!
Ricardo Infante -tachero- - postaporteñ@ -
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