Dr. Medardo Avila Vazquez (especial para ARGENPRESS.info)
Los antibióticos son unos de los instrumentos más útiles de la medicina. Nos permiten tratar con efectividad a las enfermedades infecciosas y hoy todos reconocemos sus ventajas. Sin embargo el uso intensivo genera presión ecológica sobre el ambiente bacteriano, la desaparición de bacterias sensibles a los antibióticos y el surgimiento de gérmenes con capacidad de sobrevivir en su presencia que generan infecciones más agresivas y peligrosas.
Este proceso, conocido como de “resistencia a los antibióticos”, es un tema de preocupación medica central en todo los ámbitos de la salud.
Por otro lado, la Industria Biotecnológica que sustenta el agronegocio mundial, produce semillas transgénicas a través de procesos de manipulación genética en los que, por microbombardeo de partículas, incorpora al genoma de algunas plantas genes específicos de utilidad para la producción agroindustrial. Pero para poder testear la efectividad de estas manipulaciones injerta también “genes marcadores”, es decir trocitos de ADN que generaran un efecto posible de detectar en el laboratorio. De esta manera se logra detectar, como ser, que un lote de ½ toneladas de maíz ha sido efectivamente modificado en un porcentaje mayor al 75% de sus semillas y puede ser comercializado como maíz transgénico.
El problema es que generalmente usa como marcadores a genes bacterianos de resistencia a antibióticos, ya que fácil y económicamente se pueden testear a través de técnicas bacteriológicas.
Alimentos transgénicos conteniendo estos genes, en el intestino humano, entran en contacto con una gigantesca flora bacteriana donde ocurren fenómenos de transmisión de material genético ampliamente reconocido por los médicos.
Son intensos los esfuerzos de las Facultades de Medicina para inculcar en nuestros alumnos la utilización racional de medicamentos, sobre todo de antibióticos. Pero es muy desalentador reconocer que el 95% del cultivo de maíz, que cubrió 3.600.000 hectáreas de superficie argentina en la ultima campaña, tanto en las variedades de Monsanto, como de Sygenta o de Novartis contiene el gen de resistencia a penicilina y ampicilina; y que las 400.000 ha . sembradas de algodón transgénicos diseminan dos, no uno si no dos, genes de resistencia a antibióticos aminoglucócidos.
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Zonas de cultivo de maíz transgénico donde se diseminan genes de resistencia a antibióticos de uso habitual en medicina
Estos antibióticos son de altísima utilidad para muchísimas enfermedades, como tuberculosis o infecciones invasivas intrahospitalarias, pero a través de este proceso se dilapida su capacidad biológica médica.
Las empresas farmacéuticas no consideran este efecto colateral sobre las herramientas de la medicina actual. Les queda abierta la posibilidad comercial de desarrollar nuevos antibióticos muchos más caros que acentuaran la inequidad sanitaria y aumentaran sus ganancias.
Esta verdadera amenaza a la salud pública solo es cuestionada en Europa; donde países como España, sumamente permeable al interés de la industria concentrada, son duramente cuestionados por permitir extensos cultivos que usan marcadores bacterianos en papas y tomates. En nuestro país la autoridad sanitaria sigue ausente en todos los temas que incluyen los efectos sanitarios de las malas prácticas ambientales que permite el estado nacional.
Existen otras técnicas para marcar la transgénia, seguramente más costosas y complejas; nuestro gobierno debe prohibir la utilización de estos genes de resistencia a antibióticos para resguardar la capacidad terapéutica de los mismos.
El Dr. Medardo Avila Vazquez es Coordinador de 1º Encuentro de Médicos de Pueblos Fumigados. Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Córdoba.
Tomado De argenpress.imfo
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