(PARTE I)
Creo que sobre esas dos humildes palabritas se asienta todo el progreso de la humanidad desde que algún primate del que descendemos según dicen, se cayó del árbol donde se estaba mandando su siesta santiagueña y se puso de pie en la tierra por primera vez. Todos conocemos la etapa de los locos bajitos, al decir de Serrat, donde, mediante esa simple preguntita vamos tomando conciencia del mundo a que nos han traído y queremos inquirir por un entorno que no entendemos, pero dentro del cual queremos irnos ubicando. Para el normal de los pichones de humanos esa etapa dura entre unos meses a un año. Generalmente hasta que se ponen en contexto. Para mi todavía no terminó y creo a estas alturas no terminará. Es más, trato ahora concientemente de que cada día esté más viva, porque la formulación de esa pregunta me ha llevado constantemente a resolver incógnitas, despejar dudas y avanzar en mi entendimiento del mundo que me rodea y de cual es mi función en el intento de mejorarlo. Y es lo que hago, por supuesto que dentro de las posibilidades que me dan las circunstancias donde se desarrolla mi devenir histórico. Soy conciente de que mi aporte, en el mejor de los casos, es apenas una gota en el océano; pero al decir de alguien, el océano sin esa gota ya no es el mismo. Recordando el episodio del asalto al banco y la trascendencia que tuvo quizá en la historia del país, trajo aparejado el reflotar en la memoria de otros episodios en los cuales tuve la ocasión de participar ya como simple ser humano, ya como revolucionario del tipo máscara suelta, sin tener como apoyo, o lastre dependiendo del caso, a partido u organización política, al menos de las tradicionales, de las que todos conocemos. Así que me he dispuesto, ahora como tarea para la casa, contar algunos de esos hechos. Algunos estarán relacionados con el andar de la militancia política directa. Otros serán hechos aparentemente comunes, de la vida diaria , anécdotas familiares y esas cosas. Pero todas esas cosas están íntimamente relacionadas aunque no se vea en la superficie. Son hilos de la misma trama y todos son parte de la tela que es mi historia que no es más que un hilo en la Historia donde todos participamos, seamos concientes o no. Descartada totalmente la idea de hacerme cartel y caer en el yoísmo que es uno de los peligros a los cuales estamos expuestos constantemente. Sin falsas modestias, sin falsas humildades, tratando de poner en este papel cibernético del que ahora disponemos simplemente hechos tal como los viví y las vivencias que me produjeron al haber participado en ellos. Seguramente quienes participaron conmigo tendrán sus vivencias que pueden ser distintas y sería ideal que todos los que anduvimos haciendo algo por cambiar la sociedad pudiéramos expresar esas vivencias para completar un cuadro de situación y que los jirones de cuero que hemos dejado por el camino pudieran ser reunidos por los que vienen detrás y hacer con ellos el tapizado de la nueva sociedad que nosotros ya no veremos, pero que conservamos la fé intacta de que vendrá tarde o temprano. De nosotros depende. La historia oficial no nos registra ni lo hará por aquello de que la historia la escriben los que ganan, y eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia. Y de esa verdadera historia es de donde se desprenden todos estos hechos que de no decirlos quedarán ignorados o solo conocidos por el entorno inmediato con un valor apenas anecdótico y no con el real valor que poseen. Tampoco habrá juicios de valor. Dejo esa tarea para quien quiera hacerlos de acuerdo a su leal saber y entender. En un poema que escribí para mis hijos lo expuse: “no sé si lo que hago es bueno o malo, poco o mucho; pero sé que por amor a vos lo hago”. El Che decía que no se concibe a un revolucionario sin amor. Y desde el fondo de la historia Cristo nos tira aquello de que no hay amor más grande del que da la vida por un amigo. Y es ese sentimiento, sin lugar a dudas el mayor que un ser humano puede sentir, el que me ha movido todos estos años de lucha, plagado de derrotas quizás, pero que dejan la sensación del deber cumplido y el haber hecho mi parte como mejor pude. Y que sigo haciendo, pues volviendo a ese gran maestro que fue el Che; para un revolucionario hay dos alternativas: la victoria o la muerte. Por el momento es la alternativa que tengo más cerca pero ¿quién te dice que se dé la otra? La vida no es una ciencia exacta y a veces pega saltos y giros que nadie espera o calcula. De modo que la esperanza es lo que no perdemos nunca.
CHE CACHO
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