Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)
El discurso del miedo en el que Macri relató, como si se tratara de una novela siniestra, sobre como los "bandidos y narcos extranjeros vienen a robar lo que nos pertenece”, no es nuevo. Viene de atrás, de muy atrás y existe como una "tradición patriótica" que ha dado lugar a la formación de grupos fascistas que actúan como verdaderos comandos de la muerte, ejecutores de una represión violenta y desigual que no ha ahorrado sangre pobre en su ambición por las ganancias.
El errante, el vagabundo, el clandestino sin papeles, que usurpa la propiedad privada, “el que viene a matarse el hambre en nuestro país”, siempre apareció identificado por las clases propietarias como un enemigo de la patria, del desarrollo, del estado de derecho.
Bandidos y saqueadores toman hoy el nombre de “okupas”. Los okupas son la amenaza de la aristocracia gobernante porque son portadores de la rebelión y el peligro para que las corporaciones libres como la de Puerto Madero, o la Corporación Buenos Aires Sur, puedan hacer sus negocios con tierras públicas a cifras siderales incrementando la demanda.
El problema habitacional, como cualquier otro problema comercial se basa en un incremento artificial de la demanda, para que los precios de las viviendas entren en una burbuja financiera que las hace inaccesibles para el pobrerío.
Macri, discursea públicamente en contra de los inmigrantes, intentando contagiar el miedo a los vecinos de Soldati, y usa viejos argumentos xenófobos y fascistas conciente de que esto incrementa la oferta para sus negocios inmobiliarios.
La presidenta “del gobierno de los derechos humanos” le responde que, a diferencia de Perón que cuando un asunto se complicaba llamaba a crear una comisión, ella creara un Ministerio de Seguridad y asunto arreglado. En tanto muertos, heridos y sangre pobre sigue corriendo.
Para el miércoles a la noche, la Policía Federal , a cargo del gobierno nacional kirchnerista, ya había asesinado a dos jóvenes, y herido a otros tantos, siguiendo las ordenes del Ministerio de Interior y del jefe de Gabinete, tipo ducho en este tipo de enfrentamientos.
En menos de un mes, y desde el asesinato del compañero del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, los episodios represivos se suceden sin solución de continuidad.
Gildo Insfrán, gobernador de Formosa, en lugar de estar enjuiciado por el asesinato de dos originarios Qom desarmados en una protesta por defender sus tierras que les disputan las corporaciones sojeras, se ha transformado en un ejemplo a seguir: la ocupación de tierras se paga con la vida.
La reacción pública frente al asesinato de los federales provoco dos hechos extraordinariamente locos. En primer lugar, un “hijo predilecto de las madres”, Sergio Schoklender, acusó a los “vivillos y a los zurdos” por provocar la represión policial. ¿Las Madres de Plaza de Mayo tomaron el discurso de sus enemigos históricos? En segundo lugar, un acto programado por el día de los Derechos Humanos, que iba a realizarse en Plaza de Mayo, se levantó por lluvia…en un día de sol.
Pero el más importante de todos los hechos, provocado por la represión de la Federal y su carga de muertos y heridos, fue el armado de un grupo terrorista parapolicial que entró a sangre y fuego al “Parque Indoamericano” masacrando a todo ocupante que estuviera a su alcance.
La formación de este grupo es alarmante y debe disponer de todos los resortes democráticos de la sociedad. El kirchnerismo y el macrismo han reactivado los mismos mecanismos que se presenciaron en la conocida Masacre de Ezeiza.
Grupos civiles reclutados entre “Hinchadas Unidas Argentinas” de conocida filiación oficialista, punteros del macrismo agrupados en la “Unión de Control del Espacio Público”, entrenados en el uso de armas y como fuerza de choque, y policías de civil provocaron una masacre que marca un cambio de rumbo en la situación política.
Decididamente la trilogía oficialismo-macrismo-medios de comunicación abrieron el camino a una represión cuyo precedente más cercano, lo repetimos, lo encontramos en Ezeiza; la diferencia es que “el palco” está ahora en manos de la centro izquierda.
Durante los días jueves y viernes los medios de comunicación ampliaron el discurso fascista convocando a los vecinos de Soldati a defender el derecho de propiedad de la Corporación del Sur. Mientras el discurso anti boliviano cobraba fuerza, los grupos de tareas preparaban la estrategia de desalojo. Nuevamente, como en el caso de Mariano, la zona fue liberada, nuevamente las patotas armadas actúan con la impunidad estatal. La liberación de la zona fue tal que hasta el propio SAME negó la asistencia a los heridos.
El macrismo-kirchnerismo ha iniciado una guerra contra los condenados de la tierra, los vecinos trabajadores de Soldati no pueden ser cómplices de semejante barbarie.
La lucha por la tierra es una lucha cargada de muertes
No existe un solo elemento fundante, en la estructura dominante de nuestro país -que permitiera la acumulación capitalista originaria y la generación de una clase dirigente parásita y con vocación sangrienta- que no haya estado, y siga estando, signada por el uso de la violencia oficial y paraoficial para la resolución del conflicto de clases.
Usurpar las tierras y quedárselas en propiedad, fue, en primer lugar, un asunto de extermino de decenas de miles, que, entre muertos y esclavizados, fueron aniquilados, para el beneficio de un grupo de hacendados bonaerenses y de empresas extranjeras como la bancaria Baring Brothers.
Las tropas del “heroico Ejército Argentino”, recibieron su bautismo de fuego en esta “conquista” mientras degollaban, decapitaban, y se hacían de testículos y orejas indias que le permitían cobrar sus comisiones.
Comandados entre otros por el Brigadier Juan Manuel de Rosas (recientemente reivindicado como un nacionalista de ley) y finalizada con la mayor brutalidad por Julio A. Roca hacia 1879, esta epopeya de usurpación y exterminio masivo, pasó a la historia como la “conquista del desierto” y sirvió para afianzar a la burguesía y a fortalecer el poder militar que signará la sangrienta historia argentina por más de un siglo.
Sin duda, tanto políticos como militares argentinos tuvieron desde siempre una fuerte tendencia a realizar discursos para el bronce, “conquistamos el desierto” decían, y sin vergüenza, esto se repite en las escuelas; como si dicha conquista se enfrentaran con serpientes y alguna que otra alimaña que andaba errante entre tierras baldías. Nada de originarios, nada de propietarios, desierto puro desierto. Así la tierra pasó en propiedad. Luego de la masacre, vinieron los títulos de propiedad para los hacendados: entre ellos, se destacaron 24 familias “patricias” que recibieron parcelas que van desde 200 mil hectáreas para algunos a 2 millones 500 mil obtenidas por los Martínez de Hoz.
Mientras que, los valientes oficiales que violaban a mujeres mientras castraban a sus hombres, recibieron algunas parcelas en forma de indemnización de “guerra” y terminaron convertidos en los principales defensores del derecho a la propiedad privada de la tierra.
¿Estas mismas indemnizaciones serán prometidas hoy, a los que se dedicaron al exterminio en el “Parque Indoamericano”?
¡Si! “vecinos de Soldati”, así hicieron la fortuna y se transformaron en terratenientes los antecesores de los Macri y de los Kirchner.
Foto: Argentina, Política - La presidenta Cristina Fernández de Kirchner junto al jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, en el despacho presidencial de Casa Rosada. / Fuente: Presidencia de la Nación
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