REFLEXION

PUEDEN ACUSARME DE HABER FRACASADO; PERO NUNCA DE NO HABERLO INTENTADO

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viernes, 3 de diciembre de 2010

FORMOSA Y LA INDUSTRIA DE LOS DERECHOS HUMANOS

LA HIPOCRESÍA DE LA POLÍTICA K



Gildo Insfrán es el tristemente célebre gobernador del momento. Es el símbolo de la doble moral de un gobierno que levanta las banderas de los derechos humanos, la igualdad social y la distribución de la riqueza. En Formosa, un toba no existe. No tiene derecho a nada. Le queman los documentos para que no cobre la asignación universal por hijo ni pueda votar, lo dejan morir de hambre y sed, le cortan el derecho a protestar y si insiste, lo matan. No es una crítica desde la Tribuna del Periodismo. Es la visión de una diputada oficialista como es la radical K, Silvia Vázquez.
 El senador radical Luis Naidenoff en el 2007 caía derrotado por la fórmula encabezada por Insfrán del Frente para la Victoria por una diferencia abismal. El que no votó en aquella oportunidad al oficialismo, no se animaba a levantar la voz ni la vista. El gobierno se alzaba con el 75% de los votos positivos.
 ¿Cómo es hacer política en provincias como Formosa? ¿Cómo se combate y se derrota al poder hegemónico en un país como la Argentina? El ministro del Interior, Florencio Randazzo, descartó una intervención de la provincia gobernada por los Insfrán desde hace 15 años. El actual gobernador reformó, en su momento, la constitución para ser reelegido indefinidamente y es uno de los principales referentes del pejotismo y hasta llegó a presidir el último Congreso del Partido.
 Naidenoff se pregunta por qué el gobierno nacional no ha denunciado oficialmente las prácticas represivas del gobierno formoseño. ¿Hay necesidad de preguntar lo que es obvio? ¿Es inocente el senador? No es necesario recorrer más de 1000 kilómetros para encontrar la doble moral del gobierno ¿En ese sentido, qué dijo el partido gobernante y alguno de sus representantes mediáticos, oficialmente, del asesinato de Mariano Ferreira? ¿Y de la mafia de los medicamentos que también han producido muertes? ¿Y de las prácticas monopólicas de los sindicatos comandados por Hugo Moyano? ¿Y de Jaime? ¿Y Candela?
 Hoy, Silvia Vázquez denuncia a la corporación política por no expresarse, por no tener un gesto de grandeza. ¿De qué se sorprende? ¿Acaso en sus tantas apariciones en los programas ultra oficialistas como “678” denunció esas prácticas que afirma que investiga y conoce desde marzo del 2010? El discurso de los derechos de todos y todas, es maravilloso pero en la práctica la comunidad aborigen toba no le interesa a ningún poder en la Argentina y menos a sus representantes.
 Félix Díaz, referente de la comunidad toba, relata: “Estábamos en la ruta cuando llegó la policía. Eran como 500. Nosotros 200, entre hombres, mujeres y niños. El comisario a cargo del operativo me encaró y me dijo “si queres seguir con vida, sali de la ruta”. Le pregunte si tenía la orden judicial para el desalojo y me respondió: “Vengo a cumplir órdenes y no me vas a detener indio de mierda”. Entonces desenfundó el arma, empezó a cargarla, y gritó: “A este indio hay que matarlo”. Y allí empezó todo”.
 El discurso políticamente correcto se agarra la cabeza y la esconde rápidamente. Otros se asombran ahora, ¿de qué? Daniel Gatti, periodista santacruceño, autor de “El Amo del Feudo” ha relatado en muchas oportunidades la violación de los derechos humanos en la provincia de los Kirchner. De norte a sur, de este a oeste, estas prácticas feudales siguen impunes, son reales y gozan de buena salud. A pesar de años de bonanza económica, un supuesto cambio de paradigma cultural y que, por fin, nos gobiernan “los buenos”.
 Las autoridades locales no hablan. Las nacionales esquivan el bulto. Los derechos humanos son humanos mientras que no se metan con algún socio, colega o referentes del gobierno. La industria trabaja las 24 horas del día pero se guarda el derecho de elegir con quién trabajar y con quién no. A los tobas no los representa, tampoco a los opositores. Nos estamos acostumbrando a que los que no piensan como el gobierno pierden ciertos derechos desde expresarse en un medio de comunicación, gozar de la libertad sindical a disfrutar del agua potable. A ellos, ni piedad, pareciera que indican desde arriba. En la tribuna, mientras tanto, ante estas críticas, miran cruzado y te gritan: ¿Cómo podes afirmar libremente que peligra la libertad si decís y escribís lo que quieras?
Ahí está la respuesta. El día de mañana, tal vez, ya no sea así.

Luis Gasulla
Tomado de Tribuna de periodistas

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