REFLEXION

PUEDEN ACUSARME DE HABER FRACASADO; PERO NUNCA DE NO HABERLO INTENTADO

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lunes, 24 de mayo de 2010






EL SILENCIO DE LAS CACEROLAS.

Hay cosas que conforman nuestro entorno diario a las cuales por esa cotidianeidad no prestamos atención Formas, colores, músicas. Etc. forman esas cosas.
Una de esas tantas es la cacerola. La variedad de formas que asume es enorme. Tamaños, colores, materiales de que están hechas llenan catálogos enteros. Algunas con usos específicos, otras para tareas varias. Su presencia va más allá de clases sociales, ideologías políticas, religiosas y cualquiera otra de las cosas que nos dividen a los seres humanos. Representan una democracia que ojalá se trasladara a otros ámbitos
. Es quizás una de las pocas cosas que ha atravesado toda la historia conocida de la raza humana sin perder su esencia. Elemento fundamental para la alimentación ayudó sin duda a acelerar nuestro desarrollo como especie.
Hubiera seguido en esos términos de perfil bajo, si el hombre, siempre creativo, (no en vano nos autodenominamos sapiens, aunque en más de una ocasión genere dudas esa clasificación), le descubriera una nueva utilidad. Utilidad que permanecía oculta y salió a la luz hace apenas décadas. Arma de destrucción masiva. Al menos para algún grupo encaramado en el poder, legítimamente o no. Como cualquier otra arma, al ser neutra en cuanto a su ideología, dependió de quien la empuñara y contra quien su rol en la historia. Jugó así su papel contra el legítimo gobierno de izquierda de Allende en Chile, el también legítimo gobierno constitucional de De la Rúa, (y otros cuatro que lo sucedieron), en Argentina y el ilegal e ilegítimo gobierno de facto en Uruguay.
Como para justificar la globalización hay un antecedente de su poderío en Islandia, donde a su conjuro el gobierno de ese país tuvo que dar marcha atrás a una medida antipopular.
De modo que ha quedado suficientemente demostrado lo letal que puede volverse esta nueva arma en el arsenal mundial. Que tiene entre sus enormes ventajas el hecho de que cualquiera puede poseer una, (o varias), sin necesidad de un permiso especial. Ninguna institución nacional o internacional puede controlar su tenencia y uso y menos su tráfico.
Excepto alguna que otra revolución hecha con los medíos tradicionales, nada hizo temblar tanto el andamiaje del estado burgués como su participación en los hechos del 2001 en Argentina.. La burguesía tuvo que ofrecer en holocausto la cabeza de cinco de sus gerentes generales para ganar el tiempo necesario para reorganizarse y conservar su status de clase dominante, frente a un pueblo que hastiado de sus manejos turbios y antipopulares, salió cacerola en mano a tomar el cielo por asalto. Se perdió la batalla, pero la guerra continúa. Las cacerolas que sobrevivieron volvieron a sus tareas habituales. Volvieron a ser movilizadas en ocasión del conflicto interburgués de los terratenientes con su gerente general Kirchner Inc. Conocedores de su potencial, los K movilizaron a lo más granado de su lumpenaje patotero para ahogar rápidamente la rebelión. No fuera a ser cosa de que el pueblo aprovechara el resquicio y se generalizara la protesta siempre latente. Los burgueses y sus malvivientes aliados aprendieron la lección. Ante cualquier tintineo movilizan sus fuerzas. El pueblo dividido, descreido de su propia fuerza, apurado por otras urgencias que hacen a su supervivencia, no asimiló adecuadamente aquella experiencia cacerolera. Por ahora. Tiene sus propios tiempos que habrá que respetar. Conserva en sus arsenales intacto el armamento, listo para volver al combate. Pasó ya una generación de cacerolas. (Debiéramos levantar un monolito en memoria de las que cayeron anónimamente en el cumplimiento del deber).
Pasó también una generación de caceroleros. Las nuevas generaciones de ambos dirán cual ha de ser su destino y el de la Nación con ellos.

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