Toda propuesta teórica debe estar sustentada en una práctica que permite elaborarla. Y a su vez, una vez elaborada debe ser confrontada con la práctica para ver si es correcta y produce los resultados que se buscan. Este es en suma un movimiento dialéctico que se puede expresar con la frase “toda teoría en la práctica, es otra”. Esto posibilita que no haya nada definitivo en cuanto a la praxis que lo convierta en una práctica consuetudinaria al principio efectiva, pero que con el correr del tiempo y el cambio de circunstancias se vuelve inoperante y termina siendo contraproducente a los fines que se persiguen.
En cuanto a la teoría, la movilidad que acompaña a la praxis hace que no resulte a la postre un dogma, al cual solo se le dice amén sin cuestionar nada, lo que la vuelve inútil y alejada de la realidad que se pretende trasformar.
De esto tenemos hartos ejemplos en Argentina. Los piquetes pidiendo lo que sea, son un ejemplo arquetípico. Medida innovadora, consiguió en su primer momento concentrar la atención del pueblo en determinados problemas sociales, políticos y económicos por los que la gran masa no osaba manifestarse por falta de una conducción consecuente que pensara en el interés general antes que en el rédito, mal llamado político, que le produciría a sus propios fines específicos. Ahora si hace calor, piquete; si hace frío, piquete; si llueve, piquete; si hay sequía piquete también. Hoy, la inmensa mayoría de la gente ve al piquete, y al piquetero, como una de las siete plagas de Egipto, fogoneado además convenientemente por los medios burgueses, que desviando el eje de la protesta, hacen hincapie en la molestia que causan al desarrollo de las actividades diarias de la población. Hasta hay piqueteros oficialistas que le disputan a los otros el espacio en las calles. Aunque su movilización cuesta un choripan y 50 pesos per capita y que al ser financiado por el gobierno con dineros públicos pagamos todos religiosamente, aún los que salen a reclamar justamente. Después de todos estos dislates, a nadie le interesa ya el problema por el cual salen a protestar los piqueteros lo que demuestra el aserto de que, por no adecuar el método a la circunstancia, terminan siendo funcionales al sistema que los oprime.
Si hasta las madres de plaza de mayo y las abuelas, que el conjunto de la población reivindicaba como las grandes luchadoras por algo tan grande como los derechos humanos, han desvirtuado esa noble lucha uniéndose al circo de la corrupción gubernamental y no son más que piezas de ese asqueroso andamiaje montado con tanta eficiencia por los Kirchner.
Podríamos dar otros ejemplos de cómo el método de lucha, considerado fuera del movimiento dialéctico pasa de efectivo a contraproducente por su mal uso derivado de un análisis imperfecto o la falta del mismo por quien lo implementa.
Lamentablemente el hombre es un animal de costumbres, y una vez que se hace de una es reacio a cambiarla.
Hace falta pues, ante cada circunstancia analizar cuidadosamente el método de lucha y llevar ese análisis actualizado para comparar efectos y cambiarlo de acuerdo a como se desarrollen los hechos.
Ahora bien, en el esquema de partidos políticos, sobretodo en los llamados de izquierda que son los que nos tocan más de cerca, rara vez se da en los hechos que los análisis tienen su origen en la base y suben a la dirigencia para su consideración. En la práctica el circuito es inverso. Hay una dirigencia que se supone la más capacitada para pensar y elaborar teoría que es la que “baja línea” y a la militancia solo le queda la tarea de implementar esos lineamientos. Se rompe de esa forma el circuito dialéctico de ida y vuelta y generalmente se va a la derrota en lo práctico.
Esta forma de proceder es más apropiada para la circunstancia de lucha armada. Ahí si que se hace imprescindible un comando único que trace estrategia y táctica y un cuerpo de combatientes que cumpla esas directivas a rajatabla con total disciplina. Pero eso es harina de otro costal. Y no tiene que ver con el momento en el que vivimos.
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