“Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”. Todos conocemos casi de memoria esta extraordinaria frase de Artigas, pronunciada en el excelente discurso con el cual abrió la Asamblea del Congreso de Tres Cruces en 1813. Leí hace poco el trabajo de un historiador, que relataba la siguiente anécdota. Artigas entra a la sala donde sesionaba el congreso desarmado, como un ciudadano más, despojándose de esa forma del atributo de poder que los delegados habían puesto en sus manos. Asimismo declara en esa pieza oratoria inaugural, que a pesar de tener todos los atributos de poder que el mismo pueblo le confiara, entiende que hay decisiones que van más allá de su criterio personal y por eso convoca al pueblo, representado por sus delegados, para que asuma esa responsabilidad haciendo uso del poder a través de un acto de democracia directa.
Queda expresado de esa forma clara y contundente el concepto real de PODER POPULAR.
Que se interrumpe en nuestra historia, adelantada al resto de América en ese sentido, en el momento que Artigas, derrotado militarmente, se exilia en el Paraguay.
Poder que de ahí en más será usurpado por caudillos de toda laya, traidores por acción y por omisión, manejados por los imperios de turno. De ese modo vemos desfilar caudillos que usurpan ese poder en forma personal hasta la realidad actual donde ese caudillismo ha sido reemplazado por los partidos políticos tal cual los conocemos que le ponen una pátina democrática a lo que en realidad no es más que la continuidad de esa usurpación del poder popular, mediante el engaño que representa un proceso electoral que impide que el pueblo se manifieste fuera de las opciones que la clase dominante le propone.
La situación actual pone sobre el tapete nuevamente la definición de que y como es el poder popular y de que manera podemos retomar esa senda que para nosotros se tronchó con la derrota artiguista, es decir el pleno ejercicio del poder hoy en manos de la clase enemiga, la burguesía. Por el momento, sólo ella tiene muy en claro la forma de seguir detentando el poder, condición indispensable para seguir explotándonos en beneficio propio. Es así, que dependiendo de la situación histórica apela a todos los medios a su alcance. Si la resistencia se torna problemática no duda en apelar a cualquier método violento para ahogar en sangre si es preciso esa resistencia. Y cuando no se hace necesaria la violencia directa se viste de ropaje “democrático” y hasta permite a conspicuos personajes y organizaciones que la combatieron violentamente, ejercer alguna gerencia administrativa de sus intereses con el pomposo nombre de gobiernos progresistas y hasta de izquierda. El cono sur de nuestra América es una prueba palpable y que no admite discusión. Estos personajes y organizaciones cooptados convenientemente, continúan haciendo el trabajo sucio que ya los partidos burgueses y sus gendarmes no pueden hacer sin pagar por ello altos costos políticos e implantar en el pueblo la idea de la lucha directa por el poder. Todo ello sin perjuicio de que, si a alguno de estos apóstatas tuviera la peregrina idea de salirse del libreto que le imponen, el imperio no tiene empacho en barrerlo de la faz de la tierra “a la antigua”, es decir a puro garrotazo. Honduras y su pueblo están ahora pasando por la experiencia.
Ante este estado de cosas, el pueblo permanece desconcertado frente a las propuestas que, incluso los que honestamente pelean por los cambios sociales, ponen en su consideración. Contribuyen en grado sumo a ese desconcierto y descreimiento popular los partidos políticos y asociaciones paralelas. Autodenominados progresistas, de izquierda, de auténtica izquierda, revolucionarios, vanguardias indiscutidas de la clase obrera, y todos los etcs. que andan dando vuelta por ahí. Algunos concientemente, otros aún guiados por su buena fe, con convicciones y procedimientos anquilosados y totalmente superados por el momento histórico. Pero todos funcionales al mantenimiento del status quo del sistema de opresión y explotación que representa el capitalismo. Que lenta, pero seguramente nos va arrimando al límite de lo humanamente soportable. Cuando se traspase ese límite, sobrevendrá la consiguiente explosión que, en el estado de organización popular actual será fácilmente liquidada. Ya lo tienen calculado. Siempre lo han tenido.
Surgen entonces dos preguntas cruciales. Dos preguntas de cuyas respuestas depende todo el futuro de la sociedad. Dicho sin tremendismos proselitistas ni nada parecido. Simple análisis. Primero: ¿QUE HACER?. Segundo: ¿COMO HACERLO?
Las respuestas pueden llenar manuales teóricos que pocos entenderían cuando en el momento lo que urge es implementar líneas de acción. Eso no significa el desprecio por la teoría. “Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”. Pero sin la relación dialéctica con la acción, la teoría deviene en letra muerta. Entonces, sintéticamente, la respuesta a la primer pregunta,(¿Qué HACER?), es: liberarse de una vez y para siempre de los partidos políticos tomados como organizaciones cuya función es organizar políticamente a la masa del pueblo. No hay otro camino posible en las actuales circunstancias. La permanencia en ellos divide, no sólo a la masa, sino a quienes por su militancia han avanzado en su conciencia de clase. Es esta militancia ya despojada de sus sentimientos partidarios, la que motorizará el siguiente paso del proceso rumbo a la recuperación del poder estableciendo las bases del poder popular dando respuesta a la segunda pregunta, ¿COMO LO HACEMOS?.
Aquí es donde se abre un amplio abanico de posibilidades, que la realidad del día a día en la lucha puede ir trasformando y adaptando tácticamente en pos de cumplir con la estrategia. Pero ese abanico debe cumplir con algunas reglas básicas y comunes a todas las posibilidades.
Primero: debe aglutinar a la gente alrededor de problemas y necesidades comunes, aunque parezcan sin importancia para el resto de la sociedad. Muy pocos están dispuestos a defender a ultranza situaciones que no le llegan directamente. Democracia, libertad, soberanía, derechos humanos, imperialismo, lucha de clases, socialismo, son, entre otros, conceptos que necesitan un determinado nivel de abstracción del pensamiento para entenderlos adecuadamente. Hoy por hoy, ni siquiera quienes hemos adquirido aunque más no sea una pequeña parte de esa abstracción tenemos demasiado tiempo para dedicarle, siendo nuestra principal preocupación el que vamos a comer mañana y como vamos a conseguirlo. Estas agrupaciones de vecinos deben darse dentro del marco de su territorio que es donde viven y mejor conocen sus falencias. Algunas serán específicas; otras coincidirán con el resto de la sociedad. Pero a la hora de buscar soluciones y defenderlas, la territorialidad es fundamental pues se trata de la defensa del habitat cotidiano.
Segundo: activa participación de todos los integrantes del grupo tanto en la elaboración como en la toma de decisiones. Esto puede llegar a hacer más lento el proceso, pero a la hora de defender esa decisión tendremos una fuerza homogénea dispuesta a defenderla y llevarla adelante.
Tercero: organización. Al revés de lo que estamos acostumbrados debe tener la forma de una pirámide invertida. La suma del poder está en la base y quienes deban asumir, por razones prácticas de funcionamiento el vértice de esa pirámide serán simples ejecutores de las decisiones de la base y responderán ante ella por su comportamiento. Es de primordial importancia que estas organizaciones no tengan nada que ver con ningún estamento del estado. Deben ser totalmente autónomas y autogestionarias. Es la condición necesaria para ir construyendo un poder alternativo y cuando llegue el momento disputárselo a ese Estado que no es nada más que una organización de la clase dominante utilizada para sus fines de dominio sobre las clases populares.
Cuarto: coordinación. Una vez establecidas estas organizaciones populares se deben dar por lo menos dos instancias de coordinación. Una entre organizaciones dedicadas a temas específicos, (alimentación, vivienda, salud, educación, ecología, etc.). una vez conformadas esas agrupaciones por rubro éstas debieran coordinar en una instancia superior donde se pudiera visualizar el estado global de la sociedad y como intervenir coordinadamente para resolver los problemas específicos. Todo ello, insisto, por supuesto con prescindencia absoluta de la ingerencia estatal y seguramente en contra de ese poder estatal. Se constituye de esa forma y a través de esa organización política del pueblo la construcción del PODER POPULAR, que a su debido momento entrará en contradicción con el poder estatal, que no es otro que el poder de la clase dominante. Pero eso es otra fase del movimiento revolucionario al cual todavía no hemos arribado y que merece ser tratado en particular.
Todo lo expresado sobre el tema del poder popular no pretende ser un manual que se debe seguir a pie juntillas. Tal cosa sería de una presunción y altivez execrables. Es más bien fruto de experiencias vividas personalmente y al trabajo de andar hurgando en experiencias de otros países y de otros compañeros que han hecho y están haciendo las suyas. Sólo pretenden humildemente presentar grandes lineamientos para la acción. Todo es discutible, y sería todo un logro que se discutiera al menos, todo es modificable y adaptable a una realidad que está cambiando casi constantemente, siguiendo el proceso de descomposición acelerado por las propias leyes del sistema capitalista. Esa y no otra ha sido la intención de estas modestas líneas.
CHE CACHO
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