Supongamos que existe, en algún lugar del mundo, un ciudadano que no ha perdido el sentido común. Ese ciudadano podría formular ciertas preguntas incómodas, de ésas que jamás encuentran respuesta en los medios que nos informan, y a veces nos explican, lo que pasa en este convulsionado planeta. En la Era de Paz, que es el nombre que dicen que tiene el período histórico abierto en 1946, han muerto en guerra no menos de 22 millones de personas. Nunca falta alguna guerra o guerrita para que se lleven a la boca los televidentes consumidores de noticias. Pero nunca jamás los informadores informan, ni los comentaristas comentan, nada que pueda responder a las preguntas del último representante del sentido común: en esa guerra, ¿quién vende las armas? ¿Quién está traficando con todo este dolor humano? ¿A quién da de ganar esta tragedia?
Es un silencio nada inocente. En plena globalización, cuando las gigantescas corporaciones multinacionales desarrollan actividades múltiples en múltiples lugares, lo que es bueno para una de las partes es también bueno para el todo. Lo que es bueno para la industria de armamentos es bueno para la humanidad, o por lo menos para la tele: la cadena norteamericana cbs pertenece a la empresa Westing-house, que produce plantas nucleares, y la cadena nbc pertenece a la General Electric , que en gran medida vive de sus contratos con el Pentágono, a quien vende turbinas para reactores nucleares y motores de aviación.
Los datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos indican que cuatro países encabezan la venta de armas en el mundo: Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Rusia. Estos son, casualmente, los países que tienen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (además de China). Traducido a la práctica, el derecho de veto significa poder de decisión. La Asamblea General de las Naciones Unidas, donde están los demás países, formula recomendaciones; pero quien decide es el Consejo de Seguridad. La Asamblea habla o calla, el Consejo hace o deshace. O sea: cuatro potencias, cuyas economías dependen en buena medida de las guerras del mundo, son las que tienen en sus manos el rumbo del máximo organismo internacional. Según su acta de fundación, la Organización de las Naciones Unidas se ocupa del mantenimiento de la paz, la defensa de los derechos humanos, la amistad entre las naciones y la cooperación internacional.
El resultado no parece sorprendente. Por cada dólar que las Naciones Unidas gastan en sus misiones de paz, el mundo invierte dos mil dólares en gastos de guerra. Bien decía don Teodoro Roosevelt que “ningún triunfo pacífico es tan grandioso como el supremo triunfo de la guerra”. En 1906 le dieron el Premio Nobel de la Paz.
(El texto de Eduardo Galeano fue publicado originalmente en el semanario Brecha de Uruguay, el 31 de octubre de 1997. Las fotos pertenecen a una tienda de una de las armerías de la firma Heckler & Koch en EEUU y fueron incluidas ayer 4 de enero de 2011 en el Foro Maneras de vivir. ¡Qué horror de mundo!)
Tomado de cuba debate